Jane Bennett es una filósofa americana que sigue la corriente del realismo especulativo ligada a los aspectos ecológicos y antropocénicos. En su libro escrito en 2010 “Materia vibrante. Una ecología política de las cosas” se plantea un proyecto filosófico que apunta a pasar de la idea de materia pasiva e inerte a la idea de una materialidad vital, es decir la capacidad de las cosas no solo para obstaculizar y bloquear la vida de los humanos, sino para actuar como agentes junto con los humanos, en sus vidas. Esta idea de materia vibrante, se apoya genealógicamente en la tradición epicúrea, spinozista, nietzscheana, bergsoniana y deleuziana entre otres. Apunta a desacostumbrar a las distinciones jerárquicas entre lo inorgánico que es desperdicio y la vida orgánica, entre lo humano y lo no humano. Jane Bennet se plantea ¿qué método sería el adecuado para tratar de decir algo acerca de la materia vibrante? ¿Cómo describir sin con ello eliminar la independencia de las cosas?
Bennet explica que se necesita una cierta predisposición a sonar ingenuo, a alejarse de las representaciones, a no pensar que ya se sabe lo que hay allí afuera, porque de ese modo, es seguro que nos perderemos de ver realmente lo que hay allí afuera. Trata de teorizar por ejemplo un apagón, una excursión por un basural, como encuentros entre actantes ontológicamente diversos, algunos humanos otros no, pero todos encarnados materialmente, en el sentido latouriano de tratar simétricamente a las personas y a las cosas. Bennett pone una atención cultivada, paciente, sensorial hacia las fuerzas no humanas que operan fuera y dentro del cuerpo humano. Nos cuenta como ella busca toda ayuda posible de la filosofía y también de literatura contemporáneas para sustentar sus ideas, por ejemplo en el naturalista Thoreau, en Kafka, en Whitman, y en una gran diversidad de escritores y filósofos ecologistas y feministas. La autora trata de: 1 -delinear una ontología positiva de la materia vibrante discutiendo los conceptos clásicos de agencia, acción y libertad. 2- disolver los binarios ontoteleológicos vida-materia, humano–animal, voluntad-determinacion, orgánico-inorgánico y 3- esbozar un estilo de análisis político (2010, p. 13)
De este modo el proyecto político del libro, tiende a promover interacciones más inteligentes y sustentables con la materia. La autora se pregunta “¿cómo cambiarían las respuestas políticas a los problemas públicos, si nos tomáramos en serio la vitalidad de los cuerpos no humanos? ¿Cómo cambiarían los patrones de consumo si lo que tuviéramos enfrente no fueran desperdicios, desechos, sino una acumulación cada vez mayor de materia vibrante y potencialmente peligrosa? ¿Cómo cambiaria el rumbo de la política energética si la electricidad no fuera entendida simplemente como un recurso, una mercancía, sino como un ensamblaje complejo de electrones, carbón, viento y programas informáticos, es decir como un actante, que tiene eficacia, que produce efectos? (2010, p.11).
Bennet va a trabajar con los restos que quedan fuera de la teoría antropocéntrica, reinvindicando la vitalidad de la materia, porque ella cree que la idea de materia muerta o instrumentalizada o utilizada, alimenta la soberbia humana de conquista del planeta para mayor riqueza y consumo, destruyendo al mismo planeta y a las especies incluida la humana. El humano no percibe los poderes no humanos de las cosas que pueden crear o destruir, ser positivos o peligrosos. Las cosas tienen efectos. Benet como Morton, Harman, pero también las ontologías de los antropólogos que hemos mencionado en otros capítulos, tienden a promover formas de culturas humanas más ecológicas y encuentros más amables entre las materialidades de las personas y las materialidades de las cosas. Apuesta entre otros objetivos a una posición de frugalidad, en tanto cuidado de los recursos necesarios para las comunidades humanas y no humanas.
Bennet en su libro, discute con muchos de sus colegas, con Morton, con Harman que están vivos y con los no vivos, con Deleuze, con
Latour, con Spinoza. Su libro es una materialidad viva, deja leerse, es para recomendar.
En el final habla a los aspirantes a materialistas vitales: “Creo en una materia-energía, la creadora de las cosas visibles e invisibles. Creo que este pluriverso está atravesado por heterogeneidades que están continuamente haciendo cosas.” (…) “Creo que los encuentros con la materia viva pueden corregir mis fantasías de dominio humano, destacar la materialidad común a todo lo que existe, revelar una distribución más amplia de la agencia y darle una nueva forma al yo y a sus intereses.” Nos hace acordar mucho a Simondon, la transindividualidad y la existencia del objeto técnico, que veremos un poco más adelante.
Creemos que Bennet nos aporta mucho a nuestra teoría y a nuestra clínica, en el sentido de abrir las subjetividades humanas a un horizonte vital mucho más amplio y deparador de posibles encuentros prudentes y generadores de afectos alegres, potentes. Este horizonte permite tomar caminos y rumbos distintos a los que conducen las pasiones tristes que estimula el capitalismo, al ofrecernos los objetos como material de consumo y desecho, convirtiéndonos finalmente nosotres mismos en tristes y automatizados desechadores, también desechos, en un planeta dolido, usado y no cuidado.